sábado, 24 de noviembre de 2007

Enmendar el rumbo

Me parece que la actual clase política, que a nadie representa, debiera entender que para recuperar el respeto ciudadano, hay que volver la vista a lo que nos hizo grandes, aquello que nos permitió triunfar por sobre el poder omnímodo de la Dictadura en el plebiscito de 1988: el deseo sincero de democracia y la participación ciudadana en su consecución

Aquel triunfo representó una auténtica gesta popular, que se logró por el sistemático trabajo de los ciudadanos, quienes entendíamos que aquel 5 de octubre estaría llamado a marcar el inicio de un proceso de transición a la democracia, en el que el pueblo conservaría el mismo protagonismo que había dado tan buenos frutos.

Desgraciadamente, las dirigencias de los partidos concertacionistas prefirieron desvincularse de la ciudadanía y entrar en conversaciones con el Gobierno Militar, representado por su Ministro del Interior, para obtener una reforma consensuada de la Constitución de 1980.

A poco andar, se nos notificó que la Transición estaba concluida y que disfrutábamos de una democracia plena, acto voluntarista del Presidente Aylwin, que se ha ido repitiendo gobierno tras gobierno, sin que nadie se lo crea, lo que llegó a su máxima expresión con la reforma constitucional de 2005, en la que el Presidente Lagos hizo suya –aunque no nuestra- la Constitución de 1980.

La verdad es que todo lo que hemos vivido después no ha sido sino un gigantesco autoengaño de la clase política.

En efecto, aunque nuestros políticos esquiven el bulto y pretendan hacernos sentir orgullosos de nuestra estable y asentada democracia, el hecho cierto es que la población no siente como propia ni menos se enorgullece de esta democracia de mentira, en la que no tiene ninguna participación real; en que sufrimos por varios lustros una representación senatorial minoritaria para la coalición con el mayor respaldo de sufragios; en que, pese ha habérsele otorgado el triunfo en cuatro elecciones presidenciales sucesivas a tal coalición, aún no hemos conocido propiamente el Gobierno de la Concertación de Partidos por la Democracia, sino el Cogobierno de aquélla con la coalición de derecha, merced al poder de veto que el antidemocrático sistema binominal otorga a la minoría; en que la Concertación de Partidos por la democracia, no obstante haber contado con el respaldo ciudadano suficiente para ser más proactiva en la obtención de la democracia, ya en los inicios de la Transición prefirió alejarse de sus electores y hacer suya esta institucionalidad espuria, contra la que creíamos haber luchado.

Si la democracia se define como, "el gobierno de la mayoría con respeto de la minoría", ello no se corresponde para nada con el sistema político ideado por Jaime Guzmán e instituido por la Dictadura en la Constitución de 1980. El régimen ahi consagrado y cuya llave maestra es el antidemocrático sistema binominal, podría definirse como, "el cogobierno de la mayoría y la minoría con total desprecio por la ciudadanía". Ello, sin duda, no es democracia.

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